lunes, 20 de mayo de 2013

DIFERENTES SUPERFICIES: ¿diferentes adaptaciones?



El origen de este trabajo surgió a partir de los problemas que me encontré durante el desarrollo de mi profesión como preparador físico en un equipo de fútbol.

Después de dos temporadas consecutivas en el mismo club de fútbol,  en la segunda temporada tuvimos, en comparación con la primera, un aumento del nº de lesiones musculares, un aumento del nº de sobrecargas musculares durante el partido que impedían al jugador entrenar y/o competir, y un aumento del tiempo de recuperación post-partido. Además de estos datos objetivos, obtuvimos otra serie de datos subjetivos, como fuel el caso de una mayor percepción subjetiva del esfuerzo en general tras partidos jugados en campos de césped natural en comparación con los partidos jugados en campos de césped artificial, y una mayor percepción subjetiva de fatiga muscular durante las segundas partes en los partidos jugados en campos de césped natural en comparación con los partidos jugados en campos de césped artificial.

Ante estas circunstancias, decidimos analizar todos los posibles factores que, en nuestra opinión, pudieron haber sido relevantes. Además de en otros factores, pusimos nuestro centro de atención en las superficies de juego ya que durante esta temporada realizábamos los entrenamientos en un campo de césped artificial y competíamos en campos de césped natural, a diferencia de la temporada anterior en la que entrenábamos y competíamos en césped natural.

Debido a esta situación nos planteamos una serie de preguntas que se pueden resumir en dos. Por un lado, ante una misma carga externa, ¿se producen variaciones en la carga interna tras un esfuerzo máximo, en función de si dicha carga externa se lleva a cabo en césped natural o artificial?, y, por otro lado, al entrenar habitualmente en césped natural ó en césped artificial, ¿se producen adaptaciones diferentes?.

Para intentar dar solución a estas preguntas, realizamos una revisión bibliográfica de los estudios que comparaban estos dos tipos de superficie, encontrando que no se producían diferencias en cuanto al número de lesiones a excepción de un mayor número de esguinces de tobillo en los campos de césped artificial. También encontramos que se producía un aumento del riesgo de lesión cuando los futbolistas alternan de una superficie de juego a otra. Finalmente, encontramos un estudio en el que futbolistas acostumbrados a entrenar habitualmente en césped natural reflejaban, por medio de cuestionarios, que jugar los partidos sobre césped artificial requería un esfuerzo físico mayor que jugarlos sobre césped natural. Sin embargo, no encontramos estudios que realizaran valoraciones objetivas para determinar el nivel de fatiga  o las adaptaciones producidas en los futbolistas en una superficie u otra.

Por lo tanto, ampliamos la revisión bibliográfica a los estudios que comparaban otras superficies con características diferentes, encontrando:
  1. -          superficies con mayor complianza dan lugar a un aumento de la fatiga en comparación con superficies con mayor grado de stiffness.
  2. -          se producen adaptaciones diferentes al entrenar de forma regular en superficies con distintos niveles de rigidez.
  3. -          En estudios en los que se ha utilizado diferentes tests de salto vertical, se producen:

· adaptaciones de los patrones de movimiento durante el salto a las características particulares de cada superficie.
· un descenso de la altura del salto vertical en las superficies con menor grado de rigidez.
· un aumento del rango del movimiento durante la batida en las superficies con menor grado de rigidez.

Tras esta revisión, y con el objetivo de dar respuesta a nuestras preguntas, decidimos realizar un test de salto máximo con contramovimiento (CMJ) en tres superficies diferentes: Superficie rigida, césped artificial y césped natural. Dichos tests los ejecutamos con la ayuda de una plataforma de fuerza.




Para obtener más información del estudio, pinchar sobre el siguiente enlace:


En cuanto a los resultados, de forma general, se observó, por un lado, que en el Pico máximo de potencia se produjeron diferencias significativas entre las 3 condiciones, dando lugar a un descenso de la potencia en la superficie de césped natural en comparación con la de artificial, y, por otro lado, durante la batida, se produjo un menor Índice de stiffness y un mayor descenso del CG sobre la superficie de césped natural.
Estas diferencias encontradas fueron debidas, posiblemente, a los distintos grados de deformidad de cada una de las superficies.

Una vez realizado el experimento y analizado los datos, nos dispusimos a intentar responder a las preguntas que nos planteamos en un principio, teniendo en cuenta la revisión bibliográfica mencionada anteriormente y los resultados de nuestro estudio:

¿Se producen variaciones en la carga interna tras un esfuerzo máximo, en función de si la carga externa se lleva a cabo en césped natural o artificial?

Gracias a la revisión bibliográfica realizada vimos que en estudios en los que se utilizaban superficies de diferente rigidez, se producía, con forme aumenta la carga externa, un descenso de la potencia máxima y un descenso del índice de stiffness durante la batida que daba lugar a un mayor trabajo y coste energético en la generación de fuerza. Por tanto, el hecho de haber encontrado en nuestro estudio un menor índice de stiffness y un descenso de la potencia en el test realizado en césped natural, nos hace pensar que ante un mismo esfuerzo máximo se podría producir una carga interna mayor.

En cuanto a la segunda pregunta:

Al entrenar habitualmente en césped natural ó en césped artificial, ¿se producen adaptaciones diferentes?

Para responder a esta pregunta, pese  a que el estudio realizado no nos permite llegar a conclusiones objetivas, podemos pensar, que la repetición habitual de esfuerzos darían lugar a distintas adaptaciones en función de las características de la superficie (césped artificial ó natural), como se ha podido observar en estudios realizados con otro tipo de superficies.

Después de este fascinante proceso, llegaba el momento de transferir toda esta información a la práctica real del entrenamiento.

Antes de comenzar con este estudio, pensábamos que nuestros futbolistas estaban bien adaptados para superar los esfuerzos que implicaba la competición ya que los diferentes factores del entrenamiento eran similares a los de la temporada anterior, en la que mantuvimos un buen estado de forma durante toda la temporada y los problemas musculares fueron escasos. Pero, sin embargo, tras competir sobre césped natural se producía un número de sobrecargas musculares que no preveíamos, la recuperación post-partido era mayor y la percepción subjetiva del esfuerzo se incrementaba.

Tras la revisión bibliográfica y la ejecución de nuestro estudio, pensamos que los esfuerzos sobre césped natural presentan una carga interna mayor que los mismos esfuerzos realizados sobre césped artificial y , por lo tanto, llegamos a la conclusión de que, aunque los valores de carga externa utilizados en los entrenamientos eran similares a los de la temporada anterior, el hecho de realizar los entrenamientos en césped artificial de forma habitual producía que la carga interna fuera menor y, en consecuencia, nuestros jugadores no estaban en las mejores condiciones para competir en césped natural.

Por este motivo decidimos aumentar la carga externa del entrenamiento con el objetivo de buscar valores de carga interna similares a los que se producen al competir en césped natural. Este aumento de la carga externa se puede realizar de diferentes formas, pero en nuestro caso, concretamente, se decidió aumentar la carga de fuerza general e incrementar los trabajos sobre superficies inestables, sin aumentar la cantidad e intensidad de los impactos que tantos problemas provocan en superficies más rígidas como es el césped artificial.

Somos conscientes que tanto en las lesiones como en los resultados influyen multitud de factores pero, al planificar y periodizar las cargas en función de las superficies de entrenamiento y de competición, descendió el número de sobrecargas musculares, el tiempo de recuperación post-partido y la percepción subjetiva del esfuerzo. Por otro lado, conseguimos unos resultados por encima de las expectativas marcadas a principio de temporada…………………….aportando nuestro granito de arena!.

Quiero dedicar este párrafo a agradecer, por su paciencia y confianza, a todos los jugadores, técnicos, empleados (en especial al jardinero por dejarme cortar un metro cuadrado del campo de césped natural del estadio) y directivos del Écija Balompié SAD  de la temporada 2007/08. También quiero agradecer a Xavier Aguado Jódar que me ayudara en todo el proceso y que me facilitara, además de su sabiduría y conocimiento, el instrumental necesario para realizar este estudio.

miércoles, 10 de abril de 2013

Práctica mental: ¿incremento de la fuerza muscular?


Es conocido por todos los profesionales del deporte la necesidad de realizar un acercamiento multidisciplinar con el objetivo de conseguir un análisis más profundo y exhaustivo de nuestra profesión. Desde hace décadas, se ha reconocido la importancia de las cuestiones psicológicas en el deporte, destacando su influencia decisiva en el funcionamiento general de los deportistas y, más en concreto, en su rendimiento deportivo.


Entre las muchas técnicas utilizadas con el objetivo de mejorar el rendimiento de los deportistas está la práctica mental. Esta técnica, en la revisión realizada por Driskell, Cooper y Moran en 1994, es definida como la repetición cognitiva de una tarea con ausencia de movimiento. Un concepto relacionado es el de visualización motora (motor imagery). Este concepto representa el resultado del acceso consciente al contenido de la intención de movimiento (Lotze y Halsband, 2006). De acuerdo con Jeannerod (citado en Lotze y Halsband, 2006), la intención de movimiento normalmente se desarrolla de forma inconsciente durante la preparación del movimiento. Además, él concluye que la consciente visualización motora y la inconsciente preparación motora comparten mecanismos comunes y son funcionalmente equivalentes. Según Lotze y Halsband, 2006, éstas puede ser una de las razones por las que la práctica mental utilizando entrenamiento en visualización motora produce una mejora del rendimiento motor.

Son numerosos los estudios que han mostrado que la práctica mental es una técnica efectiva que mejora el rendimiento de las habilidades motoras (Driskell, Cooper y Moran, 1994), sin embargo el efecto de la práctica mental en la fuerza muscular ha recibido menos atención.

Uno de los primeros trabajos realizados en este ámbito, fue la investigación realizada por Yue y Cole en 1992. Estos autores compararon el incremento de fuerza en el músculo abductor del quinto dedo en dos grupos (grupo de práctica mental y grupo de práctica física) después de 4 semanas de entrenamiento. Encontraron un aumento de la fuerza muscular en ambos grupos al compararlos con el grupo control. Concretamente, se observó un aumento del 30% en el grupo de práctica física y un 22% en el grupo de práctica mental.

Posteriormente, Herbert, Dean y Gandevia realizaron en 1998 un estudio con el objetivo de replicar los resultados obtenidos en la investigación de Yue y Cole, y en el que no encontraron diferencias significativas en el incremento de la fuerza de los músculos flexores del codo entre el grupo control y el grupo de práctica mental tras 8 semanas de entrenamiento.

En opinión de Ranganathan, Siemionow, Liu, Sahgal y Yue, 2004, los diferentes resultados obtenidos en los anteriores estudios pueden deberse a diversos factores. En primer lugar, la utilización del abductor del quinto dedo (músculo distal) y los flexores del codo (músculos proximales) difieren en el tamaño de representación cortical. En segundo lugar, los músculos flexores del codo son frecuentemente usados durante las actividades diarias, por lo que tienen un menor rango de mejora de la fuerza mediante adaptaciones neurales. Finalmente, cabe la posibilidad que las instrucciones dadas a los sujetos para la ejecución de la práctica mental en el trabajo de Herbert, Dean y Gandevia fueran encaminadas a la realización de un entrenamiento en imaginación externa, siendo éste menos efectivo para el incremento de la fuerza muscular. Estos mismos autores realizaron un estudio con el objetivo de observar los efectos del entrenamiento mental usando imaginación interna mediante un proceso que llamaron visualization-guided brain activation (VGBA). Tras 12 semanas de entrenamiento comprobaron que se había producido un incremento de la fuerza en el músculo abductor del quinto dedo del 35% con respecto al grupo control, y de un 13,5% en los músculos de los flexores del codo, aunque este aumento no fue estadísticamente significativo en relación al grupo control.

Otros estudio también han comprobado que se produce un incremento de la fuerza muscular debido a la práctica mental (Cupal y Brewer, 2001; Smith, Collins y Holmes, 2003). Especialmente relevante es el estudio realizado por Sideway y Trzaska en 2005. Estos investigadores observaron los efectos de la práctica mental en los músculos dorsoflexores del tobillo, musculatura muy importante durante la marcha. Encontraron un incremento del 17,13% en la fuerza de estos músculos tras un entrenamiento de 4 semanas, siendo los resultados estadísticamente significativos en comparación con el grupo control. Finalmente, Shackell y Standing, en 2007,  también observaron un incremento de la fuerza del 23,7% en los músculos flexores de la cadera tras 2 semanas de entrenamiento con práctica mental siguiendo el procedimiento de Ranganathan, Siemionow, Liu, Sahgal y Yue, 2004.

En algunos de los estudios anteriormente citados se realizó un registro electromiográfico con el objetivo de profundizar en los mecanismos a través de los cuales se produce el incremento de la fuerza muscular mediante la práctica mental. Mientras que los resultados obtenidos en la investigación realizada por Yue y Cole en 1992 no fueron concluyenyes, Smith, Collins y Holmes en 2003 encontraron una elicitación de la actividad electromiográfica durante la práctica mental, aunque la relación de la magnitud del EMG y el incremento de la fuerza muscular no fue estadísticamente significativa. En sintonía con estos estudios, Ranganathan, Siemionow, Liu, Sahgal y Yue en 2004, tampoco encontraron un aumento significativo de la actividad electromiográfica. Sin embargo, Guillot, Lebon, Roffet, Champely, Doyon y Collet, en 2007, realizaron un estudio en el que se instruyó a los sujetos ejecutando una práctica mental con diferentes tipos de contracción muscular. Observaron un incremento de la actividad electromiográfica en 9 músculos del brazo dominante y, a demás, los cambios en dicha actividad eran selectivos en función del tipo de contracción imaginada, siendo estos cambios similares a los observados durante una práctica física real. Es decir, la actividad electromiográfica era mayor durante la imaginación de una contracción concéntrica máxima en comparación con la imaginación de una contracción concéntrica leve, y se observó un descenso de dicha actividad durante la imaginación de una contracción excéntrica en comparación con la imaginación de una contracción concéntrica.

Ahora podríamos hablar de las importantes implicaciones que la práctica mental tiene en el proceso de recuperación de una lesión………………pero eso lo dejaremos para más adelante.