miércoles, 10 de abril de 2013

Práctica mental: ¿incremento de la fuerza muscular?


Es conocido por todos los profesionales del deporte la necesidad de realizar un acercamiento multidisciplinar con el objetivo de conseguir un análisis más profundo y exhaustivo de nuestra profesión. Desde hace décadas, se ha reconocido la importancia de las cuestiones psicológicas en el deporte, destacando su influencia decisiva en el funcionamiento general de los deportistas y, más en concreto, en su rendimiento deportivo.


Entre las muchas técnicas utilizadas con el objetivo de mejorar el rendimiento de los deportistas está la práctica mental. Esta técnica, en la revisión realizada por Driskell, Cooper y Moran en 1994, es definida como la repetición cognitiva de una tarea con ausencia de movimiento. Un concepto relacionado es el de visualización motora (motor imagery). Este concepto representa el resultado del acceso consciente al contenido de la intención de movimiento (Lotze y Halsband, 2006). De acuerdo con Jeannerod (citado en Lotze y Halsband, 2006), la intención de movimiento normalmente se desarrolla de forma inconsciente durante la preparación del movimiento. Además, él concluye que la consciente visualización motora y la inconsciente preparación motora comparten mecanismos comunes y son funcionalmente equivalentes. Según Lotze y Halsband, 2006, éstas puede ser una de las razones por las que la práctica mental utilizando entrenamiento en visualización motora produce una mejora del rendimiento motor.

Son numerosos los estudios que han mostrado que la práctica mental es una técnica efectiva que mejora el rendimiento de las habilidades motoras (Driskell, Cooper y Moran, 1994), sin embargo el efecto de la práctica mental en la fuerza muscular ha recibido menos atención.

Uno de los primeros trabajos realizados en este ámbito, fue la investigación realizada por Yue y Cole en 1992. Estos autores compararon el incremento de fuerza en el músculo abductor del quinto dedo en dos grupos (grupo de práctica mental y grupo de práctica física) después de 4 semanas de entrenamiento. Encontraron un aumento de la fuerza muscular en ambos grupos al compararlos con el grupo control. Concretamente, se observó un aumento del 30% en el grupo de práctica física y un 22% en el grupo de práctica mental.

Posteriormente, Herbert, Dean y Gandevia realizaron en 1998 un estudio con el objetivo de replicar los resultados obtenidos en la investigación de Yue y Cole, y en el que no encontraron diferencias significativas en el incremento de la fuerza de los músculos flexores del codo entre el grupo control y el grupo de práctica mental tras 8 semanas de entrenamiento.

En opinión de Ranganathan, Siemionow, Liu, Sahgal y Yue, 2004, los diferentes resultados obtenidos en los anteriores estudios pueden deberse a diversos factores. En primer lugar, la utilización del abductor del quinto dedo (músculo distal) y los flexores del codo (músculos proximales) difieren en el tamaño de representación cortical. En segundo lugar, los músculos flexores del codo son frecuentemente usados durante las actividades diarias, por lo que tienen un menor rango de mejora de la fuerza mediante adaptaciones neurales. Finalmente, cabe la posibilidad que las instrucciones dadas a los sujetos para la ejecución de la práctica mental en el trabajo de Herbert, Dean y Gandevia fueran encaminadas a la realización de un entrenamiento en imaginación externa, siendo éste menos efectivo para el incremento de la fuerza muscular. Estos mismos autores realizaron un estudio con el objetivo de observar los efectos del entrenamiento mental usando imaginación interna mediante un proceso que llamaron visualization-guided brain activation (VGBA). Tras 12 semanas de entrenamiento comprobaron que se había producido un incremento de la fuerza en el músculo abductor del quinto dedo del 35% con respecto al grupo control, y de un 13,5% en los músculos de los flexores del codo, aunque este aumento no fue estadísticamente significativo en relación al grupo control.

Otros estudio también han comprobado que se produce un incremento de la fuerza muscular debido a la práctica mental (Cupal y Brewer, 2001; Smith, Collins y Holmes, 2003). Especialmente relevante es el estudio realizado por Sideway y Trzaska en 2005. Estos investigadores observaron los efectos de la práctica mental en los músculos dorsoflexores del tobillo, musculatura muy importante durante la marcha. Encontraron un incremento del 17,13% en la fuerza de estos músculos tras un entrenamiento de 4 semanas, siendo los resultados estadísticamente significativos en comparación con el grupo control. Finalmente, Shackell y Standing, en 2007,  también observaron un incremento de la fuerza del 23,7% en los músculos flexores de la cadera tras 2 semanas de entrenamiento con práctica mental siguiendo el procedimiento de Ranganathan, Siemionow, Liu, Sahgal y Yue, 2004.

En algunos de los estudios anteriormente citados se realizó un registro electromiográfico con el objetivo de profundizar en los mecanismos a través de los cuales se produce el incremento de la fuerza muscular mediante la práctica mental. Mientras que los resultados obtenidos en la investigación realizada por Yue y Cole en 1992 no fueron concluyenyes, Smith, Collins y Holmes en 2003 encontraron una elicitación de la actividad electromiográfica durante la práctica mental, aunque la relación de la magnitud del EMG y el incremento de la fuerza muscular no fue estadísticamente significativa. En sintonía con estos estudios, Ranganathan, Siemionow, Liu, Sahgal y Yue en 2004, tampoco encontraron un aumento significativo de la actividad electromiográfica. Sin embargo, Guillot, Lebon, Roffet, Champely, Doyon y Collet, en 2007, realizaron un estudio en el que se instruyó a los sujetos ejecutando una práctica mental con diferentes tipos de contracción muscular. Observaron un incremento de la actividad electromiográfica en 9 músculos del brazo dominante y, a demás, los cambios en dicha actividad eran selectivos en función del tipo de contracción imaginada, siendo estos cambios similares a los observados durante una práctica física real. Es decir, la actividad electromiográfica era mayor durante la imaginación de una contracción concéntrica máxima en comparación con la imaginación de una contracción concéntrica leve, y se observó un descenso de dicha actividad durante la imaginación de una contracción excéntrica en comparación con la imaginación de una contracción concéntrica.

Ahora podríamos hablar de las importantes implicaciones que la práctica mental tiene en el proceso de recuperación de una lesión………………pero eso lo dejaremos para más adelante.

3 comentarios:

  1. Molt útil per als que practiquem l'escalada esportiva, on la implicació i el control mental és major que la implicació física, al igual que el ioga. Baix el meu punt de vista, crec que la visualització i entrenament mental no milloren la força muscular (o qualsevol altra qualitat física) de manera directa, però si que dona seguritat i confiança a l'hora de realitzar l'acció, cosa que fará que físicament i més concretament, muscularment, estigues més activat/da, atent/a i motivat/da al recorregut i realització de l'acció. Ara falta practicar...

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  2. Hola, por casualidad tienes los estudios en formato PDF?

    especificamente los de:

    Sideway y Trzaska en 2005
    Shackell y Standing, en 2007

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    Respuestas
    1. Hola Felipe,

      El de Shackell sí que lo tengo en pdf. El de Sideway no. Escríbeme a pablogomez@i3sport.es y te lo mando.

      Un saludo,

      pablo

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